
28 de Julio de 2025
Las redes sociales son parte de nuestras vidas. Ya no hablamos de ellas como algo nuevo, algo a lo que no hace mucho muchas generaciones de los años 70 y 80 temían. Ahora ya están incorporados e incluso son parte de ellas, ya sea como lectores y/o tiktokers. Por supuesto, hablamos de ello a nivel mundial, globalizando las intercomunicaciones de todos los sujetos que se conectan y abarcan lugares que jamás en la historia hubiéramos imaginado. Claro está que lo vislumbrabamos en películas de ciencia ficción que se adelantaron y algunas han sido un presagio de lo que vendría.
Pues bien, comprendiendo lo anterior, me veo en la obligación —como psicóloga— de exponer lo que hoy reflejan esas redes sociales en sujetos que, por querer ser graciosos, dañan emocionalmente y vulnerar los derechos de quien celebra un año más de vida. Me refiero a los famosos tortazos hoy convertidos en moda; una moda que tiene sus orígenes en 1909, en la película muda Mr. Flip, con la escena del “Pie in the face” (“Tarta en la cara”), pero que hoy es más bien, “rompe tu cara contra tu pastel de cumpleaños”.
Increíble como un acto de celebración se convierte en una acto de vergüenza, dolor, tristeza, impotencia e incluso decepción. Quien está a tu lado, invitado o como parte de tu núcleo familiar, se convierte en agresor. Agresores que causan daño psicológico e incluso daño físico irreparable. Ya hemos sido testigos de episodios que han causado daño ocular, cortes en el rostro y boca. Solo imaginar a un ser querido jadeando del dolor, provocado por la mano indolente de un acto innecesario que pretenden animar la fiesta — sin medir las consecuencias—, es desgarrador. Las secuelas físicas pueden incluir quemaduras, contusiones, laceraciones e incluso fracturas; pero son las psicológicas las que me han impulsado a escribir.
Imágenes variadas de celebraciones donde se realiza este acto, familias, amigos, compañeros de curso y/o trabajo, baby showers y, por último, matrimonios. Cada video que suben en las redes sociales me provoca tristeza, e incluso empatizo con quienes no se lo esperaban.
Imagina ese matrimonio que celebra el inicio de una vida conjunta, con grandes sueños por delante. Todo queda paralizado por la propia agresión de uno de ellos, en el acto mismo de gracia indolente, quedando en una parálisis de celebración.
Cumpleaños de niños que observo con el aprendizaje ya incorporado —por la exposición a las redes—, donde agreden y como muchos de los adultos, ríen ante el llanto dolorido de un inocente.
Celebraciones de adultos donde, con una mano cuya agresividad es palpable, rompen mesas al estrellar rostros contra tortas, dejando a la víctima en indefensión absoluta.
¿Era esto necesario? Muchos agresores necesitan ser analizados desde una mirada clínica. Es obvio que en su interior hay un temperamento agresivo, y requieren ayuda profesional, o bien necesitan comprender la empatía.
Analicemos el acto: una ambiente grato, de añoranza, deseos, cariño, o felicidad, irrumpido por un shock inesperado. Tu organismo reconoce que ha sido alterado por un acto de agresión y liberamos hormonas (adrenalina y cortisol) impulsándote a huir. Pero ¿por qué huir del lugar en que estoy seguro?, los gritos y risas, para ti, son rabia o vergüenza. Muchas celebraciones son detenidas por la urgencia de estabilizar el orden ocasionado, o ya sea por la misma gravedad de lo acontecido.
El sentimiento de vulnerabilidad para muchos es un caso de requerir apoyo psicológico, ya que el dolor ocasionado es inevitable, pero no así el sufrimiento, ya que este; si es evitable. Entonces, una vez más nos preguntamos ¿por qué ocasionar tal acto de provocación que lleva a probabilidades conflictivas? ¿Realmente queremos normalizar la violencia como sinónimo de diversión?
El acto de celebrar debería ser un nexo hacia la conexión emotiva de la propia fiesta, no un campo minado donde la risa de unos se construye sobre el dolor de otros. Hoy podemos cuestionar: ¿qué enseñamos a los niños cuando reímos ante su llanto?, ¿Qué legitimamos en adultos cuando disfrazamos de “juego” lo que en otro contexto llamaríamos agresión?
Las redes sociales pueden ser espejo o motor del cambio. Reflexionemos antes de compartir, antes de reír, antes de replicar. Porque detrás de cada tortazo hay un rostro que no eligió ser el chiste de su propia fiesta.
¿Y tú, que tipo de celebración eliges perpetuar?